El agua es un elemento esencial para la vida.
El agua forma parte de un ciclo dinámico que existe desde que se creó la Tierra y que dio origen a la vida en el planeta. Contribuye al mantenimiento del equilibro de los ecosistemas, los cuáles, a su vez y paradójicamente, favorecen la continuidad de ese ciclo dinámico conocido como el ciclo hidrológico. Todos los seres vivos, plantas, animales y seres humanos requerimos, en mayor o menor medida, de este vital líquido para sobrevivir. Por tal motivo, un sin fin de culturas le han atribuido características mágicas y sagradas a este elemento tan especial.
Entre sus múltiples cualidades, el agua se ha convertido en un componente fundamental para el desarrollo de la humanidad, como insumo básico en las actividades productivas como la agricultura y la industria, así como en sus actividades de turismo y recreativas. Basta con echar un vistazo al pasado para comprobar que la mayoría de las grandes civilizaciones florecieron a orillas de importantes cuerpos de agua. El vínculo entre el ambiente, los recursos naturales y el ser humano, se forjó hace miles de años y continúa siendo hoy una realidad innegable, aunque muchas veces poco reconocido.
Al hablar de agua, o de cualquier tema, siempre es importante mencionar algunos datos estadísticos que nos ayuden a visualizar mejor el panorama. La cantidad de agua en la Tierra sigue siendo la misma desde que se creó el planeta. Entonces, ¿por qué tanto alboroto de que se va a acabar? Porque el tema no es el volumen, sino la disponibilidad. Y la disponibilidad está relacionada a factores como lo son la distribución y el acceso en cantidad y calidad adecuadas.
Dato estadístico real:
de toda el agua existente en el mundo, sólo el 3% es agua dulce. Pero de este 3%, la gran mayoría es inaccesible para el ser humano ya que se encuentra o congelada en los casquetes polares o a profundidades inalcanzables. El restante se encuentra distribuido en los ríos, lagos y acuíferos alrededor del mundo. Ésta es precisamente el agua que se nos está «agotando», en el sentido de que su disponibilidad en cantidad y calidad adecuadas se está viendo mermada.
La mayoría de las causas están directamente relacionadas al accionar del ser humano. La contaminación de las aguas superficiales como los lagos y los ríos, y la creciente contaminación de las aguas subterráneas, limitan la disponibilidad en calidad y cantidad de este recurso. La deforestación es otro grave problema ya que representa la pérdida de ecosistemas especializados en la captura e infiltración del agua. La falta de cobertura vegetal propicia la erosión de los suelos, depositando sedimentos que azolvan ríos y lagos, lo que también representa una pérdida de la calidad del agua y provoca inundaciones que afectan los asentamientos humanos y las actividades productivas. El crecimiento poblacional reduce de igual forma la disponibilidad del recurso.
El cambio climático representa una de las amenazas más preocupantes a nivel mundial.
El 2 de febrero del 2007 pasará a la historia como el día en que cientos de científicos de más de 60 países señalaron que el 90% del calentamiento global ha sido provocado por el hombre, específicamente, por la quema de combustibles fósiles. El cambio en las condiciones climatológicas tiene por consecuencia la alteración del ciclo hidrológico modificando los patrones de lluvia y ocasionando sequías prolongadas y tormentas con mayor intensidad en lugares poco comunes.
Estos cambios afectan la distribución del agua afectando la disponibilidad del recurso y poniendo en peligro el equilibrio de los ecosistemas. Éstos requieren de agua para mantener sus procesos ecológicos así como servicios ambientales que prestan como lo son la captura de bióxido de carbono, la infiltración de agua, la protección de plantas, árboles y animales. Otros beneficios importantes de los ecosistemas son la producción de alimentos, de plantas medicinales y cosméticas, de materiales de construcción, materiales para artesanías y para la fabricación de vestimenta, entre muchos más.
Existen una serie de estudios importantes realizados por diversas organizaciones, a nivel nacional e internacional, que señalan el vínculo entre los bosques y las ciudades. Un porcentaje alto del agua que consumen las ciudades lo abastecen los bosques. La industria y la agricultura también dependen del agua captada y filtrada a los acuíferos por los bosques. Los bosques son como esponjas, sirven para captar el agua y también filtrarla y purificándola en gran medida, liberándola de contaminantes, reabasteciendo los mantos acuíferos y alimentando las aguas superficiales. No por nada los grandes ríos del planeta tienen su origen en los bosques y selvas, basta mencionar como ejemplo el río Amazonas, cuyo caudal es considerado el más grande del mundo y que se alimenta de las aguas captadas por la selva amazónica.
El manejo y la preservación del recurso hídrico son centrales al tema de la gestión ambiental, es el eje que articula los recursos naturales, las actividades humanas y el medio ambiente. Para lograr un uso sustentable del agua deben tomarse en cuenta las tres variables del triángulo de la sustentabilidad: ambiente, sociedad y economía.
Fuente: www.pronatura.org.mx